CRÍTICA – TEATRO – TE CONOZCO DE ANTES

Mi gente preferida del rubro artístico definitivamente es la del teatro. Mientras la industria cinematográfica dominicana languidece, atrapada entre los esfuerzos por captar incentivos y reunir presupuestos, mantiene esa creencia paralizante de que sin dinero no hay arte, de que hacer arte es una misión difícil y costosa. La gente del teatro, sin embargo, se enfrenta a los mismos retos sin contar con apoyo económico público ni con una estructura de incentivo fiscal. Lo que los diferencia es que en el teatro se cuentan las historias con lo que se tenga, donde se pueda y cuando aparezca.

El teatro ha logrado lo que el cine no ha podido: crear público, consolidar reputación y tejer comunidad. Ir al teatro —ya sea a una obra con un elenco reconocido como Los vecinos de arriba, o a una función de un colectivo independiente en Microteatro o el Teatro Guloya, por citar algunos— garantiza una buena experiencia, calidad y, sobre todo, una gran conversación después.

Microteatro surgió como respuesta a una crisis: creadores que, ante un contexto económico adverso, se unieron para construir una estructura posible que les permitiera seguir haciendo su arte y sostenerse. Hoy ya es parte del gusto del público, incluso resistiendo las agresivas remodelaciones de la Zona Colonial. Es una respuesta de quienes quieren ver algo diferente, con una propuesta inmersiva que rompe la distancia entre escenario y espectador.

A diferencia de otras experiencias inmersivas, Microteatro logra que el público forme parte del relato de manera divertida e interesante. Cada noche y cada grupo viven algo distinto. Por más que te lo cuenten, solo al estar allí se entiende la experiencia.

Tuve la oportunidad de ver Te conozco de antes, dirigida por Judith Rodríguez y Ana Rivas, con dramaturgia de Massiel Micheli y producción de Alicia Cabrera Tactuk y José Toribio, del colectivo Aplausociety. Desde ese marco creativo surge una historia íntima, que no se cuenta desde la grandilocuencia sino desde la emoción contenida. El espacio de Microteatro se usa para hilar una historia de amor que conecta con todas las artes, especialmente con la música.

No me gusta hablar del argumento, ni siquiera en las películas, y menos en el teatro; prefiero hablar de la experiencia. Fui con un grupo de amigas y salimos profundamente conmovidas.

Esta historia dialoga con la idea de la mortalidad y de que vivir es una misión continua, siempre en desarrollo, aun cuando el cuerpo físico ya no esté. Nuestras historias, recuerdos y legados permanecen. Desde cualquier creencia, seguimos completando esa misión de vida.

Hay personas destinadas a quererse, y ese amor puede manifestarse de muchas formas: amor filial, de pareja, de amistad, por un país o por un oficio. Pasamos la existencia desarrollándolo, reencontrándonos desde distintos tiempos y lugares.

Lo maravilloso de la experiencia, al menos en el orden en que me tocó vivirla, es que culmina en un agradecimiento, en una reflexión profunda y colectiva sobre el presente: sobre estar aquí, valorar los momentos, apreciar las ausencias, reconocer el rol que los demás juegan en nuestra vida y el nuestro en la de ellos.

Si vivimos desde lo que hemos aportado, desde lo que significa cada quien, para nosotros, tendremos una vida más plena, menos ansiosa y pesimista.

A pesar de la rudeza de algunas historias y la contundencia de las interpretaciones, el mensaje es claro: si vamos a elegir, elijamos estar presentes; si podemos aportar, aportemos siempre.

El teatro, como experiencia, permite que cada quien complete la historia desde lo vivido, desde la gente que ha conocido. Y esa noche, para todos los que estábamos allí, fue mágica.

Esa necesidad de contar historias, de ofrecer algo distinto y tocar al público, se combina con el orgullo de ver el talento que tenemos en nuestro país: talento que solo necesita un espacio, unas luces, música y un público ávido.

La producción logra una logística impecable; la experiencia fluye como una pieza musical que crece en emociones y deja resonando cada relato.

Esa pluma femenina de Massiel Micheli se siente. Judith Rodríguez y Ana Rivas, además de ser grandes intérpretes, imprimen la misma contundencia a la dirección de estas historias.

El universo sonoro de Te conozco de antes es, en sí mismo, una narración paralela: canciones como “Raíz” de Gustavo Cerati y “Deseo” de Jorge Drexler dialogan con la idea de lo inevitable, de los encuentros que trascienden el tiempo y la materia. Cuando Cerati canta “Que a nuestro amor Nunca podrán Sacarlo de raíz”, resume esa conexión invisible que une a los personajes más allá de la vida; mientras Drexler susurra “Igual que hace millones de siglos En un microscópico mundo distante, se unieron Dos células cualquiera”, la obra se impregna de una circularidad emocional que es también su mensaje. A ellas se suma una selección de boleros —entre ellos Sabor a mí— que envuelven la experiencia en una nostalgia luminosa, donde el amor se vuelve memoria y eco. Cada tema musical funciona como una extensión de la dramaturgia: lo que no se dice en escena se siente en las notas, recordándonos que, incluso después de la despedida, algo de nosotros sigue reconociendo al otro en la música.

En Te conozco de antes, cada intérprete entrega su verdad con una intensidad que desarma. En cada fragmento, los actores y actrices lo dan todo —hasta el punto de quebrarse la voz—, construyendo un recorrido que es, para el espectador, una montaña rusa emocional. No hay fisuras en las actuaciones; lo que varía es la percepción individual, porque cada historia toca fibras distintas según el momento vital desde el que se mire. Esa honestidad interpretativa convierte la experiencia en algo profundamente humano, imposible de replicar dos veces de la misma forma.

Te conozco de antes estará todo el mes de octubre. Es una obra altamente recomendada.

La gente del teatro es lo mejor que tiene el arte dominicano: actúan en colectivo, pero lo más importante para ellos es que se cuenten las historias. No les importa cuánto cueste ni dónde se haga; lo que les importa es dejarnos la mejor experiencia de nuestras vidas. Y eso, lo cumplen siempre.

Ficha técnica

  • Formato: Experiencia teatral inmersiva.
  • Lugar: Microteatro Santo Domingo, Calle José Reyes #107 esquina Salomé Ureña, Santo Domingo.  
  • Temporada: Durante todo el mes de octubre (fines de semana) 2025.  
  • Elenco: Natacha Hernández, JJ Sánchez, Paloma Richiez, Tomás Alfonso, Laura Cadete, Silvia Perrotta, Juanma González, José Toribio, Alexander Vásquez, Luisa Ramírez.
  • Dirección general: Judith Rodríguez & Ana Rivas.
  • Dramaturgia / Producción: Massiel Micheli (dramaturga) junto a Alicia Cabrera Tactuk y José Toribio bajo el colectivo Aplausociety.  
  • Concepto / sinopsis breve: En una casa abandonada, el tiempo no avanza… se entrelazan cuatro historias ubicadas en habitaciones, patios y pasillos, donde la memoria se vuelve carne y la soledad conversa con las almas. El público recorre los espacios y es testigo cercano de confesiones, secretos y amores que dejaron huellas.  

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