C. C. Baxter, un empleado más en una firma aseguradora importante de Nueva York, se ve involucrado en actividades que complican su día a día. Su ferviente deseo por escalar de posición en la jerarquía de la empresa, lo lleva a prestar su apartamento a algunos de sus superiores para solventar sus amoríos extracurriculares, esto, con la finalidad de utilizar luego dichos “favores” e “influencia” en pos de su anhelado ascenso y así conseguir su propia oficina en el piso 27. Con esta premisa Wilder nos introduce a El Apartamento, mostrando una vez más su mordaz sentido del humor y logrando matizar brillantemente una historia que, con el pasar de los años se sitúa cada vez más, en un tono melancólico y agridulce.
Promocionada comercialmente como una comedia romántica, el filme se asienta mucho más como un drama ácido con tintes de humor negro, que disecciona espléndidamente el inescrupuloso y misógino mundo corporativo de la época. Un guion escrito por el propio Billy Wilder y su fiel compañero I.A.L. Diamond, donde queda plasmada la rica experiencia que este director había adquirido a través de sus décadas de trabajo y que habían dado fruto tanto a dramas como comedias de gran calidad como Sunset Boulevard o Some Like It Hot, logrando en esta, su décimo séptima película, entrelazar dichos mundos y crear una obra soberbia y de gran nivel artístico. Una historia sencilla, honesta, que funciona y cierra sin fisuras un círculo que es liderado por un estudio y universo de personajes magnífico.
Buddy Boy (Baxter), como le llaman calurosamente sus inquilinos efímeros, es interpretado por un brillante y carismático Jack Lemmon, el actor logra una empatía extraordinaria con el espectador. Tocando unos niveles emotivos contrastantes, Lemmon lidera el filme de principio a fin, siendo nosotros cómplices de sus farsas y desventuras, como su amor por aquella operadora de elevador ambivalente Fran Kubelik, encarnada por una fresca y encantadora Shirley MacLaine, quien con un personaje igual de maravilloso y complejo, se encarga de cuestionar la típica percepción de la amante vil y aprovechada para mostrar una persona rasgada que tras decisiones equivocadas intenta redirigir su camino. Actores como Fred MacMurray interpretando al moralmente ambiguo Jeff D. Sheldrake o el estupendo Jack Kruschen como el jocoso vecino Dr. Dreyfuss, enriquecen a esta dupla y exponen el gran cuidado y respeto que tiene Billy Wilder al crear sus personajes.
La puesta en escena, diseño de producción y estética del filme en general, es encabezada por la gran fotografía en blanco y negro de Joseph LaShelle, logrando en conjunto esquematizar a cabalidad la composición del director y el mundo de sus personajes, impregnando de un simbolismo y carga dramática especial a objetos como aquella raqueta que funciona colador de pasta o el espejo roto en la cartera de Fran, además de crear secuencias como esa toma “infinita” en aquella oficina vacía con Lemmon de centro o el uso del plano fijo con encuadres donde los protagonistas fungen como puntos focales adversos, que no hacen más que demostrar el gran nivel de detalle y profundidad que poseía el maestro Wilder en su distintivo lenguaje visual-narrativo.
Nos encontramos casi seis décadas después y este clásico aún no envejece, increíblemente se siente más actual y necesario que nunca. Obra que habla del humanismo latente en su creador, ese gran creyente en la condición humana y su capacidad de redimirse a pesar de los tropiezos que la vida coloque en el camino. Una reflexión cálida sobre la vida con el amor como excusa y vehículo de redención.
Jack Lemmon y Shirley MacLaine en \’The Apartment\’.
Ficha técnica
Estados Unidos, 1960. Título original: The Apartment. Dirección: Billy Wilder. Guión: Billy Wilder, I.A.L. Diamond. Música: Adolph Deutsch. Fotografía: Joseph LaShelle. Reparto: Jack Lemmon, Shirley MacLaine, Fred MacMurray, Jack Kruschen. Duración: 125 minutos.
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Arquitecto, conductor del podcast Cinependiente RD.
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