Desde el primer momento en que se anunció que José María Cabral estaba rodando un proyecto en La 42, suscitó un interés evidente entre los círculos del cine local. Un barrio periférico de Santo Domingo, conocido por su marginalidad y su espíritu rebelde, se convirtió en el escenario para este ejercicio audiovisual que se debatía, desde sus inicios, entre la ficción y el documental.
Para quienes desconocen su contexto, La 42 no es solo un barrio de la periferia de Santo Domingo; es un conglomerado de necesidades y ausencias. Un espacio donde el ruido y la anarquía son el telón de fondo de una comunidad que ha creado sus propias reglas, completamente ajenas a las normativas sociales convencionales. Es un lugar donde la música —reguetón, dembow y su inagotable teteo (fiestas callejeras sin fin)— actúa como vehículo de expresión para una contracultura que se ha visibilizado sin pedir permiso. Una subcultura urbana que, a través del baile y la lírica, comunica realidades que el resto de la sociedad prefiere no mirar.
Las imágenes del barrio, capturadas por Cabral, oscilan entre lo exótico y lo espeluznante. El director se convierte en un observador curioso, como si paseáramos por una suerte de gabinete de curiosidades: calles angostas, murales improvisados, noches de fiesta interminable y un “decálogo de comportamiento” que establece el final de la música a las 4:00 a.m. para que sus habitantes puedan ir a la escuela o al trabajo. Ironía en estado puro.
La narrativa de La 42 se construye en torno a Zuamy, un personaje ficticio que, desde el más allá, narra su vida en el barrio y describe a quienes le rodeaban. A su lado, un productor musical emerge como el arquitecto del sonido del dembow, representando artistas y produciendo un ritmo que es casi un lenguaje propio. Cabral estructura su relato como un viaje por las entrañas de esta comunidad, explorando sus actores: policías, habitantes, bailarines y los omnipresentes teteos.
Aquí, la música no es un mero acompañamiento; es un personaje por derecho propio. El beat constante y las letras directas reflejan un entorno donde la violencia no es solo un acto, sino un estado natural, un reflejo cotidiano que se expresa incluso en el baile, con cuchillas en la boca y movimientos que desafían al peligro. En este ecosistema, la droga se muestra sin eufemismos, con la naturalidad con la que se convive. No es un elemento ajeno, sino un componente habitual del paisaje urbano.
José María Cabral, que ya acumula una docena de películas en su trayectoria, se enfrenta en La 42 al dilema de todo documentalista: la intervención de la cámara. Aunque el director se esfuerza por transmitir la crudeza de la realidad del barrio, las secuencias ficcionadas rompen esa naturalidad, generando una danza entre lo real y lo ficticio que, en ocasiones, desconecta al espectador y se acerca peligrosamente al videoclip. Esa distancia entre lo que se vive y lo que se representa debilita el proyecto en su búsqueda de autenticidad.
Las comparaciones con la Comuna 13 de Medellín son inevitables. Allí, el cambio surgió desde adentro, de un reconocimiento colectivo de que debían transformarse para sobrevivir. En La 42, ese proceso aún no se vislumbra; se queda en promesas electorales y en acercamientos superficiales. Es un espacio que, para los de afuera, resulta una curiosidad exótica; para los de adentro, una forma de vida donde el Estado es un espectador más.
La película plantea el escenario, presenta a los personajes y muestra las consecuencias, pero se detiene en el umbral del cuestionamiento. La cámara observa, pero no interroga; expone, pero no profundiza. Cabral parece sugerirnos que se trata de un fenómeno a contemplar, pero no necesariamente a transformar. Es un acercamiento honesto, pero cauteloso, un retrato que se queda en la superficie y que, sin pretenderlo, refuerza esa distancia que existe entre la acera del frente y la crudeza del barrio.
La película fue reseñada en el 42º Festival de Cine de Miami, presentado por Miami Dade College.
· Título original: La 42
· Director: José María Cabral
· Productor: José María Cabral
· Guionistas: José María Cabral y Miguel Yarull
· Director de fotografía: Hernán Herrera
· Montaje: José María Cabral
· Diseño de producción: Eumir Sánchez y Banerys González
· Diseño de sonido: Franklin Hernández
· Reparto principal: Demetal, Natasha Dancer, Maco Boba y Ricardo La Música
· Idioma: Español
· Duración: 91 minutos
· Año de estreno: 2025
Productora y conductora del podcast Cinependiente RD.
Miembro fundador de ADOPRESCI.
Dahiana Acosta, forma parte del Colectivo Artístico Cinependiente desde el año 2015, ha sido la productora y editora del programa radial Cineasta Radio (2017-2021) y ahora, del Podcast CinependienteRD y editora de su página web. Desde el 2021, es la presidente de la ASOCIACIÓN DOMINICANA DE PRENSA y CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA, ADOPRESCI. Coordinadora junto a Cinemateca Dominicana de la programación del cinefórum que modera ADOPRESCI. Jurado de la Semana + Corta, Festival Internacional de Cine LGBT+, Santo Domingo OutFest, Festival de Cine Fine Arts, Minuto del Agua, entre otros.
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