Los Dominicanos, de acuerdo a su Cine

Jean Gentil. Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas. 2010.

Diseccionar una sociedad y tratar de agruparla dentro de un mismo espectro conductual es un ejercicio práctico en términos sociológicos, es cierto, existe una mayoría que se identifica a distancia, pero para obtener la percepción real de un pueblo, este debe ser vivido a primera mano y así ser comprendido en su totalidad. Creer conocer un país, una cultura, desde la frontera, basándose en la apreciación mediática que se comercializa sobre los mismos es un craso error. Sin embargo, hay que ser realistas, las barreras demográficas imposibilitan a la mayoría de personas palpar años de cultura y tradición manifestadas en el activo más preciado que tiene una nación, su gente. Ahí es donde entra el arte, ese navegador universal que no se confina a murallas locales, acerca…expande. Particularmente, el cine, gracias a su capacidad multidisciplinaria, es el arte que me ha llevado a romper dichas fronteras, me ha llevado a ver a través de ojos foráneos las distantes aristas de culturas desconocidas, y más importante aún, identificarme con ellas, no juzgarlas, eliminar prejuicios y entender que mi forma de ver el mundo puede cambiar, a diario.

Analizando sobre esto y desde el punto de vista planteado anteriormente sobre la potestad del cine para romper barreras tanto físicas como culturales, me pregunto lo siguiente: ¿Muestra el cine popular de nuestro país una percepción real de la sociedad dominicana? ¿Puedo ver en él a mis padres, mis amigos, el barbero, el colmadero o el ejecutivo del banco…? La realidad es que no. En la mayoría de los casos, el dominicano que se proyecta en las salas de cine es una mala caricatura de un personaje televisivo gastado ¿Por qué? Veamos.

La Identidad

 A estas alturas es imposible decir que nuestro cine tiene identidad, hay películas que dan indicios de un futuro promisorio, un cine más acorde con nuestra realidad social y demográfica, joyas escasas que por la falta de apoyo, no llegan al pueblo. Ese cine capaz de reeducar no está siendo visto.

Somos un país condenado por su mezcla racial, se dificulta identificamos con nuestras raíces y es común elegir bandos, los que más nos convienen, olvidando que al final todos tenemos el negro tras de la oreja. Tal falta de identidad hace que en esa pantalla grande, permee la idealización social a la que se aspira fervientemente, como han mencionado muchos cineastas locales, nadie quiere ver pobres, hambre y problemas en el cine, esas cosas las vive a diario. Entonces qué se hace, se apropia una realidad ajena y ficticia, Hollywood nunca nos acercará a crear una identidad cinematográfica real, piensen: ¿Para qué copiar (mediocremente) lo que la industria estadounidense tiene años haciendo bien y con más presupuesto? ¿No es más sencillo buscar historias propias, en los barrios, en el campo…historias que valgan la pena exportar y demuestren el valor de nuestra gente? Sí, sé que suena romántico en estos momentos, pero me refiero a un cine real y popularmente dominicano. No a un sketch prolongado de televisión o un comercial kilométrico, me refiero a un cine que por lo menos me represente a mí, a ti.

La Mujer

El cine a nivel mundial está dominado por hombres, no es un mito, imagínense en esta media isla donde el machismo todavía tiene una relevancia importante, y donde sólo dos cineastas femeninas (Leticia Tonos y Laura Amelia Guzmán) han sido capaces de materializar largometrajes en el país, la efigie de la mujer dominicana en pantalla no podría ser más banal y superficial. Salvo muy raros casos, la mayoría de películas nacionales adolecen de personajes femeninos interesantes y con algún tipo de protagonismo en la trama que vaya más allá de ser el ama de casa o el objeto sexual y símbolo de discordia emocional entre varones. Sin embargo, hay luz en el camino y propuestas como el Festival de Mujeres en Cortos y trabajos como los de Violeta Lockhart, que específicamente basa sus cortometrajes en la mirada del género femenino dentro de su contexto social, están alzando la voz para que logremos el necesitado balance que ameritan nuestras historias.

El Documental

En los últimos años, este género ha dado a nuestra pequeña industria algunos de los esfuerzos más sobresalientes en cuanto a materia cinematográfica se refiere, filmes como Blanco y La Montaña por ejemplo, donde se exponen grados importantes de veracidad y espontaneidad en sus personajes, muestran algo intrínseco del dominicano como interlocutor, no hay actores, son gente interpretándose a sí mismas y por ende lo que vemos en pantalla es real o algo muy cercano a ello. Transferir esas cualidades tan orgánicas al plano de la ficción pueden acercarnos más a esa identidad tan necesaria y que se moldeará en los próximos años. Películas como Jean Gentil y personajes como los muchachos del barrio en La Lucha de Ana, han logrado ser ejemplos de cómo se puede lograr esa transición de manera exitosa y reflejar correctamente a dominicanos en distintos contextos sociales.

Partiendo del análisis de las tres referencias planteadas con anterioridad, entiendo que sí es posible plasmar habitualmente a un dominicano real en nuestro cine, ¿Es mucho pedir? Quizás por ahora, pero el tiempo es infalible y la fórmula existente se está agotando. La forma más franca para empatizar en este arte es mediante personajes y que mejor forma de hacerlo que proponiendo gente como tú y como yo.  No obstante, en el cine hay de todo y tiene que haberlo para que exista el balance adecuado. Una industria tan cara no puede subsistir a base de cine de arte, por lo menos por ahora, en República Dominicana, necesitamos identificar el nuestro, el comercial…el independiente y  así talvez algún día podamos decir orgullosamente que ese cine es dominicano.

\"image_content_5293559_20150724180457\" Blanco. Melvin Durán. 2014.

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