Crítica – Cuarencena

A los que se quejan de las comedias dominicanas, y no van al cine por eso, he aquí la oportunidad de regresar a ver una de las buenas.

Cuarencena es el trabajo más reciente del director dominicano David Maler. Una comedia en la que siete amigos se reúnen para cenar. Así pues, la comida es un personaje vital en el relato, porque el anfitrión, Mateo (Luis José Germán), un reputado chef dominicano y su esposa, Claudia (Soraya Pina), experimentada gerente de restaurantes, son los que reciben a sus comensales, quienes disfrutarán de un exquisito menú de cinco tiempos, los cuales, formarán parte de las viñetas que contarán esta historia. En tiempos de cuarentena, una cena. Cuarencena.

Claramente, no puedo evitar la referencia de comida en esta película, y para quitármelo de encima, haciendo uso de mi basta experiencia de comensal, ya que por razones de seguridad no cocino, les avanzaré mis conclusiones. Cuarencena es una comedia que no indigesta. Sorprende, porque ante la muy vilipendiada comedia dominicana, viene a “entonar” el estómago del espectador dominicano. Esta película evita el chiste manido del sketch de la televisión, se aleja de la figura estereotipada y ridiculizada del dominicano, de la nefasta y extrema representación de la mujer o como florero o como escoba, solo con eso, que no es poco, Cuarencena venció y superó todas las expectativas.

Una historia coral, que se le permite a cada personaje mostrarse y al espectador conocerlo en su justa medida. Cada relación y oficio se explica sin mucho artilugio y con la facilidad que responde al encuentro de unos amigos de antaño. Nuestra oralidad y repentismo, en un balance perfecto entre la calma y las explosiones con la jerga típicamente dominicana.

Todas las actuaciones están muy bien, para mi sorpresa, Soraya Pina resultó una encantadora amiga pasiva-agresiva, cuyo arco va del: bienvenidos amigos a la cárcel de Najayo, sin despeinarse. I can relate. Luis José Germán e Isabel Spencer, contenidos en lo justo, por arriba en lo necesario, cinematográficamente perfectos. Frank Perozo, nuestro eterno cool guy. Nashla Bogaert, naturalmente de it girl. Las revelaciones de Elizabeth Chain, Joshua Wagner y Richardson Díaz.

Lo mejor de los diálogos, es el silencio entre los personajes, ese que se da entre cómplices de hace tiempo, y que, por esa misma razón, sobran las palabras. En este mundo bombardeado de imágenes y ruido, y el abusivo uso de la música en el discurso, el silencio es fundamental y eso, también es cine.

El contexto caribeño de la pandemia, bien lograda la locura latente del momento, ese en el que no teníamos idea de nada y que todos y todo podíamos ser portadores del bicho del mal. Un buen trabajo de Maler, que también es el guionista de esta historia.

El diseño de la producción, que recae en Shaina Cohen, recoge estupendamente la intención de esta historia. En el primer visionado, me preguntaba: ¿Que se puede pensar de una gente que, en su casa, todas las paredes son rojas? Este color que aporta tanta emocionalidad a lo visual, desde una intención apasionada, como lo hace Wong Kar-Wai o ya muy característico en el cine de Pedro Almodóvar. La casa de Mateo y Claudia, todo de rojo, puede ser muchas cosas. Tiene alegorías constantes al vínculo y las relaciones, biológico o afectivo, por las imágenes y el ritmo que tiene. El blanco aparece en los momentos y lugares que se merecen detenimiento en algún personaje, esa luz brillante hospitalaria del baño en el que Mateo se encuentra mientras se cura la herida. La oscuridad, que llega en ausencia de la luz, reposa siempre en la calidez de las velas. Los amigos se relajan y fluyen. El cuadro que todos los personajes se detienen a ver, el macguffin de libro.

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La cadencia que tiene la historia, gracias a la Golden dupla de Israel Cárdenas y Pablo Chea. Los dueños del ritmo. Una historia que hace acopio del absurdo para sus descansos de la realidad, puede fácilmente salírsele de control a su realizador, y resbalar en el ridículo. Que no es el caso.  Al mismo tiempo, no pienso en otra manera de reflejar ese tiempo y estos también. Así vamos de lo real a lo ridículo, a la velocidad de la luz.

Maler supera el tramo del tercer acto con facilidad, una clara evolución en su cine, en los que se le dificultaba la conclusión y se contradecía en todo lo que venía contando. Cada historia tiene su closure, dentro de la lógica planteada en este universo, en una hora y algo, que también se le agradece grandemente, en esta época de grandes epopeyas. Maler, en cuestiones de comedia, paga la deuda de No todas las mujeres son iguales (2017) y No es lo que parece (2021), y pone la vara muy alto para lo sigue y quedó a deber con La Boya (2022).

A los que se quejan de las comedias dominicanas, y no van al cine por eso, he aquí la oportunidad de regresar a ver una de las buenas.

Escucha aquí nuestro episodio de Cinependiente

 

 
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https://www.youtube.com/watch?v=kDlO1_-rs-Y

FICHA TÉCNICA

Dirección:  David Maler.

Guion:  David Maler.

Actuaciones de:  Luis José  Germán, Frank Perozo, Nashla Bogaert, Isabel Spencer, Richardson Díaz, Freddy Ginebra, Elizabeth Chahin, Soraya Pina, Joshua Wagner.

Cinematografía:  Luis Enrique Carrión.

Edición:  Israel Cárdenas y Pablo Chea.

Diseño de Producción: Shaina Cohen.

Música: John Benitez Quartet.

Producida por:  Lantica Media y Cacique Films.

País: República Dominicana, 2023.

Duración: 93 Minutos.

Fotos: Lantica Media y Cacique Films.

 

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