Perejil, el triunfo de la mirada “americana” de una masacre

Perejil, la nueva película de José María Cabral (Santo Domingo, 1988), está ambientada en la masacre orquestada por el tirano dominicano Rafael Leonidas Trujillo contra ciudadanos el año 1937 haitianos residentes en la zona fronteriza y todo lo que oliera a negrura. La orden consistiá en obligarles a pronunciar la palabra \”perejil\”. Si el fonema no satisfacía la \”diafanidad\” castellana, muerte.

Marie (Cyndie Lundy), joven haitiana, espera un hijo del dominicano Frank (Ramón Emilio Candelario). Luego del entierro de la madre de Marie, a ritmos y cánticos arrayanos, el mejor amigo de Frank, un militar (Pavel Marcano), le advierte que los haitianos y todo lo que oliera a negrura serán liquidados prontamente. Frank le responde que él es dominicano, que nada les va a pasar. Más tarde, la enamorada pareja se despierta en la noche profunda por lejanos gritos. Hay fuego en dirección de esos gritos y Frank decide acudir a socorrer a sus hijos mayores-que procreó también con una pareja haitiana- y le dice a su actual compañera que se quede en la casa. Sintiendo cada vez más cercana la agonía, Marie decide salir y comienza su procesión de supervivencia ante un baño de sangre.

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Fotograma de Perejil, Ramón Candelario y Cyndie Lundi. Foto: Lantica Media.

 

El Opus 10 de José María Cabral intenta fijar su mirada de inicio en el cine antropológico. Ese que exige tiempo y atención sincera en la empatía, el trato horizontal con las comunidades a retratar. Pero sin ton ni son, decide encasquetarse en el enfoque de la manida sucursal hollywoodense: apela al gore innecesario y lastra el desarrollo de una relación fronteriza, tensa y compleja, y la torna en macrodrama de buenos contra malos. Onerosamente se traicionan matices que la misma historia va presentando. Si su amigo militar le dice a Frank qué va a pasar con él, su pareja y sus hijos de madres haitianas, y éste no muestra el menor resquicio de duda ante ese llamado, el barco narrativo va presentando muchos agujeros que conducen al inminente naufragio. Como el despropósito de regresar personajes perdidos en la trama, solo para reforzar crueldad de los dominicanos. El acto al que se ve obligado Frank, que recuerda mucho al examen malévolo al que somete el infernal Idris Elba de Beasts Of No Nation a un niño de guerra.

Además, en medio de una noche larga y cruenta, ¿qué busca en la sala del hogar acomodado de un hacendado dominicano, una pareja de terratenientes haitianos residentes en el país? cuando saben muy bien que los están buscando. La excusa de que \”son adinerados y están a salvo del genocidio\” es muy pobre. ¿Por qué no se quedaron en su propiedad si esto se trata meramente de dinero? Dentro de la misma casa y por la dialéctica propuesta, se vislumbra maniqueo el mensaje de armonía y plena convivencia entre los niños dominicanos y haitianos. Otro punto no Menor. Los escapes de los ciudadanos haitianos y dominicanos negros y relacionados, ¿por qué se hacen en medio del camino? Pocas veces se ven abordando los trillos, sendas que por naturaleza conocen más los lugareños.

Hay una elección que se presta a plena discusión, y es puramente estética. Generalmente quien escribe las respeta profundamente, pero si la misma riñe con el visionado hay que, por lo menos, preguntarse. Aunque esto no sea una entrevista ¿Por qué reducir en 4:3 el espectro visual si antes has planteado toda tu composición en una panorámica? Todo lo que pasa en el film pareciera pensado en 16:9 y se percibe como perdida mucha información al momento del cambio.

Algo que luce a destiempo son esas miradas a cámara retadoras de los haitianos ya asesinados, desprovistos de sonido. Potente herramienta poética ¿Pero en medio de la masacre? Confunde innecesariamente.

Steve Mcqueen -el director-, haciendo cabildeo en 2014 de su obra sobrevalorada \”12 años de esclavitud\”, reclamaba que existía un holocausto negro. Y es cierto. Pero el arte en estado puro no debería reñir con lo factual. Quizás deberían complementarse. Respetarse. Y hasta mantener distancia prudente. Por el hecho de que esté bien rodado, magistralmente iluminado, el diseño de producción sea totalmente creíble, cuentes con muy buen reparto, la música efectiva-aunque sensiblera- de rigor y cuentes, a tu manera, el qué, no basta. Hay un cómo constituido de complejidades, ambigüedades que se escapan del pasquín, de la soflama fácilmente identificable. El cómo que no logramos asir. Es arte, pero, parafraseando a Cristian Metz, también riñe por ser lenguaje. Y eso, podría ser el cine.

FICHA TÉCNICA

Dirección: José María Cabral.
Compañía productora: Lantica Media, Tabula Rasa Films.
Producida por: Rafael Elías Muñoz.
Producción ejecutiva: Albert Martínez Martín, José María Cabral.
Guión: José María Cabral, Arturo Arango, Xenia Rivery, Nuri Duarte, Alán González & Joaquín Octavio González.
Casting: Edna Lerebours, Joel Polanco.
Fotografía: Hernán Herrera.
Diseño de Producción: Wilhem Pérez.
Directora de Arte: Ginna Ozuna.
Diseñadora de Maquillaje: Aleja Flores.
Diseñadora de Vestuario: Jenire Mena Martinez.
Música: Jorge Magaz.
Montaje: Nacho Ruiz Capillas.
Reparto: Cyndie Lundy, Ramón Emilio Candelario, Gerardo Mercedes, Juan María Almonte.

Fotos: Lantica Media.

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